11/5/08

Vuela, vuela

Estar en otro país otorga ciertas licencias, permite actitudes o actuaciones que en tierra propia serían consideradas (por uno mismo) como papeloneras o incluso indignas, hasta merecedoras de ácidos comentarios burlones. En realidad no sé si le pasa a todo el mundo, no es una máxima. A la mierda: yo cuando estoy en otro país me suelto. A mí me pasa. Simple.
En Canadá me pasó eso. Salía casi todas las noches con Franquito y la troupe de periodistas, o incluso con mi hermano, nos quedábamos siempre hasta el final (ergo: 2 de la mañana; allá tienen vida diurna), encarábamos hasta las paredes. Y perdíamos, obviamente. Como siempre. Pero la pasábamos bomba, eh.
El fervor me duró más de lo previsto. Volví a Buenos Aires en julio con la juventud a flor de piel, con ganas de aprovechar el envión. Primer fin de semana. “Nano, salimos?”.
Salimos.
Fiesta de un grupo de teatro. Para juntar fondos, dicen. Siempre dicen eso.
Ni me acuerdo dónde era, pero supongo que por Palermo. “Vamos temprano”, le digo. “Temprano no empieza, boludo”, responde. “Bueno, pero no voy a ir a las dos de la mañana. A esa hora estoy durmiendo, no aguanto”, admito, anciano. “A las 12 no va a haber nadie”, insiste. “Bueno, pero antes de la 1”, propongo.
Antes de la 1.
Llegamos. No había nadie. Tomamos cerveza. Me pido un Fernet.
Nano había convencido a Mariana para que fuera con amigas. Fue con amigas.
Llegaron cuando ya estaba más o menos lleno. Lugar chico, música pedorra (como siempre), pero Jota estaba en su salsa. Jet lag dance, digamos. Me duraba el viaje en la sangre. Mariana y once amigas. No será mucho? "Un tren a Londres... último treeeen!", bailo y canto con cara de idiota. Una de las amigas de Mariana mira, sonríe, también sabe la letra. Lo sé, no es un tema del primer single de los Enanitos Verdes, pero había coincidencia. Vale.
“Me gusta tu amiga”, le digo. “Cuál?”, responde. “Esa”, señalo, no me importa que me vea. “Ya sabía que te iba a gustar. Es azafata”, avisa.
Desde cuándo me gustan las azafatas? Son especiales? No tenía la camisita blanca ni la corbatita roja. Pero estaba buena. Muy buena.
Bailamos. Mirada va, mirada viene. “Cómo se llenó esto... Está insoportable. En cualquier momento me voy”, digo. “Sí, no? Podríamos ir a otro lado”, compra. Gran paso para el hombre y para la humanidad.
Mierda. Hay que sostener esto.
“Estás más buena que un plato de ravioles”, le susurro. O me pone un bife o le pongo el moño.
Sonríe.
Moño.
Propongo irnos. Le aviso a Nano. “Pero yo voy a dormir a lo de Mariana”, dice la azafata. El lomo viene con guarnición... “Quieren venir a tomar algo a casa?”, propone Mariana. “Dale, vamos”, Nano me hace la gamba.
Fuimos.
Con la azafata salimos a comprar unos dulces. Se reía mucho. Mucho. Tal vez demasiado.
Volvimos al departamento. Cuatro horas hablando, y hablando, y hablando. Los cuatro. Nano y Mariana pelearon un poco. Para mí, sobraban.
Ella, la azafata, reía mucho.
A las 6 AM le suena el celular. Habla imperceptiblemente, mientras me mira a los ojos. Corta. Cara de culpa. Expectantes, esperamos.
“No me digas que era él”, dice Mariana. “Sí”, devuelve. Mira con culpa. “Y qué vas a hacer? Lo vas a ver?”, consulta Mariana. “Sí, me voy”, cierra.
“Bueno, estamos de más”, interviene Nano.

Yo con cara de bobo.

"Vamos", manda Nano.

Yo con cara de bobo.

Vamos. Mariana cuenta, incrédula, que era el ex novio, que siempre lo mismo, que no puede ser. “Es la última vez. Voy a terminar con esto, lo prometo”, dice la azafata.
Bajamos. Nano se va para su lado.
“Para dónde vas?”, me pregunta la azafata. “Caballito”, respondo. “Ay, voy para allá! Me llevás en el taxi?”, interroga con cara de pícara. Se ríe.

Siempre se ríe?
Le digo que ni en pedo. Que está loca. Que no vaya a lo del ex. Que venga a mi casa. Dice que no puede.
A las 6.30 estaba en casa. Y ella en lo de su ex novio. Al final la llevé en el taxi, la dejé en el camino, vi cómo el novio la esperaba en el palier de un departamento cercano al mío.

Le saqué el teléfono y la promesa de un encuentro.
Estaba más buena que un plato de ravioles.

Pero esa noche, como de costumbre, dormí solo.

3 comentarios:

negrita... dijo...

lei todos los posts
uno mejor que el otro..
prometo volver a seguir espiando la vida de otro perdedor... =P

saludos!

Anónimo dijo...

Ahora sí soy yo. No sé si me reí tanto porque conozco algunas de las historias de habértelas escuchado, si porque te conozco a vos (jeje, sin maldad) o porque simplemente son geniales. Te admiro, amigo. Dale pa' frenchi. Decí que es sólo de "perdedores". Porque si fuera un blog unisex tengo algunas historias para aportar, jajajaa. Besos. LN.-

Anónimo dijo...

tus peliculas favoritas,tus libros favoritos y tu musica favotitos son los mismos que los mios y nunca me habia pasado...asi que creo que tendriamos que casarnos y vivir felices para siempre.

nadine.

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