16/3/09

Cabeza dura

Hay anécdotas, situaciones del pasado, que explican todo. Todo.

Debía tener cuatro o cinco años -o debería preguntarle a mamá para sacarme la duda- cuando sufrí el accidente más grave de mi vida.

Estaba con mis abuelos, que vivían en Villa del Parque, en un hermoso departamento al que hoy llamarían PH y venderían como agua en el Sahara. Probablemente cansado de inventar entretenimientos para mí, mi abuelo me llevó a la plaza, que estaba y todavía está en Arregui y Enrique de Vedia, un precioso pasaje que todavía se mantiene intacto y alejado de los ruidos.

Por entonces, el arenero no tenía arena y los juegos de plaza estaban enclavados sobre una superficie áspera y rugosa, de pavimento con piedritas, ideal para romperse las rodillas y partirse la cabeza.

Yo era un nene inquieto, dicen, pero buenito. Un tanto pispireta, tal vez. En la plaza, esa mañana, no había nadie; creo que estaba nublado, o hacía frío. O simplemente no había nadie, para qué mentirles. Los juegos, además, estaban bastante arruinados.

Me alejé un poco de mi abuelo, miré el tobogán y descubrí en el medio de la bajada de madera un agujero enorme por el que podía pasar yo si me tiraba desde lo más alto. Y empecé a subir por las escaleritas.

-No, Jotita! Está roto, no se puede! -gritó mi abuelo.
-No, Abuelo, no me voy a tirar, sólo quiero ver desde arriba! -respondí.

Era verdad. No era inconsciente, sólo curioso. Subí los escalones uno a uno, despacito, como un nene de cuatro (o cinco, ya le preguntaré a mamá) puede hacerlo. El tobogán era muy alto, antiguo, de hierro corroído y madera despintada por el paso del tiempo.

Llegué hasta la cima y miré el agujero enorme. Miré a mi abuelo, él me miró y repitió la advertencia. No estaba tan loco, no. Pero quería jugar. Y en vez de bajar la escalera como cualquiera hubiera hecho, me di vuelta -la espalda contra los escalones de madera, los brazos hacia atrás para tomarme del agarre de hierro- y empecé a bajar de frente a mi abuelo, a contramano del mundo.

(lo que sigue no lo recuerdo... me lo contaron)

Jotita bajó un escalón, y otro, y otro, y el cuarto cedió, se movió, tal vez hasta se salió de su eje. Y Jotita voló. Cayó de cabeza contra el pavimento y se desvaneció. Sólo entreabrió los ojos en brazos de su abuelo, que corría desesperado buscando algún tipo de ayuda, y volvió a desmayarse. En esas épocas, los celulares no eran ni siquiera imaginables, y teléfono sólo tenían algunos. No sé cómo llegó Jotita adonde llegó -su abuelo nunca tuvo auto-, ni cuánto tardó.

(y recuperé la conciencia)

Desperté en el Hospital de Niños, con algunos magullones menores. Dicen que estuve dos días en terapia intensiva, que me hicieron mil doscientas treinta y ocho resonancias magnéticas para confirmar que el pulmón no estuviera al lado del cerebelo ni que el cerebro se acercara a la pantorrilla. No hubo sangre. No se me partió el coco.

Increíblemente, todo estaba en su lugar. El golpe había sido terrible. Y en la cabeza. Sólo tenía un huevo de pascua, de esos gigantes, enormes (pero en este caso no de chocolate), en la cabeza. Creo que mamá lloraba cuando desperté. Yo en poco tiempo me hice un amiguito de la cama de al lado, cambié figuritas y recibí un cuaderno con dibujitos de mis compañeros del jardín.

A los pocos días estaba como si nada, con mi vida normal y con certezas: mi cabeza es dura y los tornillos interiores quedaron flojos.

Eso tal vez explique todo.

15 comentarios:

Nati Alabel dijo...

Con razón! muy revelador, ahora entiendo todo.

Nuria dijo...

claaaaaaaaaaaaaaro con razón!!!!!
ahora como es eso de que eras Pispireta?mmmmm se dice asi?

Natiii dijo...

Pispireto, jota, pispireta es de nena...

Tremendo palo te pegaste... pobre abuelo! ¿Vivió para contarlo?

Flori dijo...

Uhm, ¿ahí nació toda tu suerte perdedora?


No pude evitar reírme de tu intento por volar. Perdón.



=)

Otro capítulo dijo...

mas o menos a esa edad... me subi a una mesa, abri los brazos, y al grito de MUJER MARAVIIIIILLAAAA me tire de cabeza apuntando con la frente al piso. No me desvanecí, pero pase a usar un antifaz que no se salia por casi un mes.... los ojos me quedaron negros!!! Y cuando lo cuento, me dicen lo mismo que a vos... ahhhh es por eso....

Unknown dijo...

me paso una muy parecida salvo que me cai de espalda de un subeybaja altisimo, algo anormal, y eso que me subi hace unos años, habré tenido, 14 años,estaba cn marulita, dps de ese dia empezaron mis problemas de espalda.. yo digo no? por que alguien haria algo de ese tamaño para un pequeño de 4 y 5 años, y en tu caso, por qué no repararlo?
pd: gracias por los excelentes comentarios que soles dejar en mi blog.

Lic. Ruqui dijo...

Un nene pispireta, me muero de amor, me lo imagino saltando cual Ana de la pradera, pero en nene. Un primor!

QSUM dijo...

Y si, eso puede explicarlo todo.
Ahora que lo pienso yo tuve mas de una caida reveladora en mi infancia, ¿sera ese el motivo de tanto desorden mental?!

Unknown dijo...

Me sumo a los perdedores. Cuando tenía unos 5 años, me senté solita a un subibaja, claro que necesitaba de alguién más para hacerlo arrancar, un nene muy generoso, gordito y fortachón, se sentó de golpe en el otro asiento. Y yo, que era de las que no tomaban sopa, salí volando por el aire, pasé arriba del nene y me dí la boca contra el piso. Así aprendí el mecanismo de la palanca.

Saludos, lindo blog

el Rafa dijo...

QUE PALOOOOO... esto tendría que explicar cualquier cualquier cosa!!!
Bien contado.

Princesa Sukimuki dijo...

Jota...ahora entiendo todo! te consumiste toda tu suerte ese día!

besos

Franky dijo...

Recién ahora venis a contar esto?!

Anónimo dijo...

Qué historia tan adorable para nosotros y dolorosa para su pobre cabeza!!!!
Me imagino el miedo que le causó a su abuelo! qué nene malo, eso no se hace!
Marita

Micaela Ganzó dijo...

Pobre tu abuelo

GC es un grande dijo...

ay ay ay...me dio muchisima ternura...

saluditos jotita!

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