Cortate un mechón

Por fin, señoras, señores, niños, niñas, por fin hay sol en mis vacaciones. Sí, no me puedo quejar: sol el sábado, sol el domingo, sol a estas horas de la mañana del lunes. Sol, pileta, paz, libro, chapuzones, alguna que otra chiquilla en bikini para alegrar la vista (todo lo podrán ver en Las Fotos de Jota) y... y bueno, esto:

Noche de sábado. Después de pasar toda la tarde en la pileta, le aviso a mi hermano que me iba a correr un rato en la cinta del gimnasio.
-No querés jugar al tenis? -ofrece.
Claro que sí, dije, y fuimos a jugar al tenis. Después de un set reñido, quedamos 5-5 en el primer set y él empezó con sus clásicas cargadas. El 'te voy a romper el culo', o 'qué calentito que estás', o incluso un 'estás seguro que querés seguir?'.
Ardiente, subí la apuesta: si me ganás el partido me corto el mechón. El mechón es esto:



Una especie de trencita sin trenza, que el país compara con la que tiene Rodrigo Palacio, como si fuera la primera persona en dejarse esos pelos, como si fuera ejemplo de algo o de alguien. No. No adoro a Palacio, no me gusta como juega y sí, me rompe las pelotas que me digan "Palacio, eh, Palacio". Imbéciles.

Ahora bien. La apuesta fue simple y de parte mía: si pierdo, me lo corto.

Perdí el primer set 7-5, com era de esperar, y las reglas quedaron claras: si no hay tiempo para terminar el segundo set, en donde quedemos se suman los games y el que gana, gana. Es decir: tenía que sacarle dos de diferencia.

Rápidamente me puse 2-0 en el segundo. Achicó a 1-2. Subí a 3-1. Y en un rapto de brillantez (de mi hermano), se puso 3-3. Y terminó.

Me gastó para toda la cosecha, mientras yo jadeaba -él también- y buscaba un pulmotor en los alrededores de la cancha. Volvimos al cuarto y agarró la tijerita.



En pocos segundos, lo que había cultivado durante más de un año desapareció. Se fue, sa cayó al suelo y finish. La última imagen que me quedó del mechón fue ésta:



Antes de su viaje hacia el subacuático mundo de Santiago de Chile, lo despedí con un saludo de mano, mientras una lágrima recorría mi rostro.
Nos bañamos y mi hermano salió. Yo me quedé en silencio, triste en el cuarto, pensando en lo que ya no estaba a mi lado.
Snif, snif. Fue el pelo más largo que tuve en toda mi vida...