Paloma

De la nada, sin que se lo esperase, Nano volvió de Venezuela por unas semanas. Nano es, 'legalmente', mi primo segundo; pero más que eso es un amigo. Es profesor de teatro, formador de jóvenes talentos, un tipo creativo. Aunque lo mejor que tiene es que yo soy su ídolo, aunque le cueste aceptarlo.

La cosa es que Nano volvió y ayer fuimos a almorzar a la placita de Serrano. Llegué temprano (como siempre) y ocupé una mesa de El Taller, en la calle. Al minuto viene una camarera y pido una Sprite Zero (no estoy a dieta, pero me gusta pedir así, las cosas light; soy muy perdedor).

Llega la bebida. Me estiro en la silla, reposo contra el respaldo y... ups. Y eso?
Una hermosa paloma que reposaba en unas ramas me cagó la remera y el brazo. Un espanto.

Valiente, con unas servilletas me limpié todo (bueno, la remera quedó un tanto verdosa). Llegó Nano. Nos cambiamos de mesa. Vino la camarera, pedimos la comida.

Comimos.

Llegó la cuenta: 78 pesos por una milanesa con papas fritas, un sánguche de pechuga con queso, un agua con gas y la Sprite Zero. Un poco mucho. Y ahí me di cuenta:
-Uh... me olvidé de sacar plata.
-No importa, yo pago.
-El jueves te devuelvo. O pará... tomá... Catorce, es todo lo que tengo.
-No, boludo, el jueves me das.

Nos fuimos. A la hora empecé a tener retorcijones. Mi panza era una lluvia de explosiones. A las pocas horas estaba como la paloma... aunque sin afectar a ningún otro perdedor.